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demo-krisis
En Borondonia estamos viviendo un caso curioso. Hay un diputado regional y al tiempo presidente de un cabildo turístico, condenado por los tribunales e inhabilitado para el ejercicio de cargos públicos, al que además le acaba de negar el indulto el consejo de ministros, y aún no deja los cargos y la comunicación oficial de la denegación del indulto parece que no llega (¿habrán desenchufado el fax o desconectado internet?) al parlamento y cabildo respectivos.
Ya fue escandaloso en su día la forma en que el diputado logró presentarse a las elecciones. Ganarlas es algo que sabe hacer muy bien, y su voto y los de su partido son muy necesarios en la abigarrada e inestable cámara de Borondonia. Sigue siendo escandaloso hoy que relevantes cargos públicos de Borondonia eviten pronunciarse sobre el asunto, como si no hubiera una sentencia judicial y la cosa fuera por el contrario un asunto privado del diputado del que da pudor hablar.
El caso está en la calle y se comenta en bares y ventas. Ilustra cómo usar la política para los intereses personales y la burla de la ley, y cómo seguir usándola para huir de las consecuencias de las acciones realizadas abusando de la posición política. Confirma a la ciudadanía que los poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial) y las burocracias erigidas para la administración de esos poderes (ayuntamientos, ministerios, consejerías, cabildos, diputaciones, empresas públicas, etc) son espacios habitados mayoritariamente por quienes usan la política (la cosa pública, la res publica) como medio para su lucro y como forma de vida. Una casta, un grupo con intereses específicos y propios -mantenerse en algún cargo en los siguientes 4 años- y que tienen conciencia de tal, pues todos pueden verse en algún momento en esa situación.
Sólo algunas voces han salido alertando de la vulneración de los principios y normas de la democracia que esta situación representa. Señalan que en las democracias serias y cultas (Reino Unido y Francia) esto jamás hubiera pasado.
En Borondonia la democracia no es ni seria ni, mucho menos, culta. En Borondonia se tiene a veces la impresión de que puede pasar cualquier cosa sin que pase nada y que las voces que denuncian acabarán callando o se les dejará de prestar atención y de dar cobertura mediática. En Borondonia, el condenado y no indultado se siente perseguido y acosado, y llama inquisidores a quienes apelan a los principios democráticos para exigirle su renuncia a los cargos que ostenta de forma dudosa. En Borondonia, como en otras partes, reducimos la democracia a votos y papeletas que se entienden que dan carta blanca para hacer lo que se quiere de forma legítima. De teoría democrática no sabemos, porque eso no se enseña en nuestra escuela pública porque no forma parte de nuestras tradiciones ni de nuestra identidad.
Nuestras tradiciones y nuestra identidad son las del caciquismo rural reconvertido a clientela electoral. En el pasado rural, los campesinos sin tierras, que eran casi todos, tenían pocas oportunidades de vida fuera de la sumisión y la supervivencia estricta a los señores. La emigración o el bandolerismo eran las únicas vías de escape a un rígido e implacable sistema social basado en repetir el pasado y aguantar. Los bandidos podían desarrollar sus iniciativas individuales, cosa imposible dentro del sistema, aunque fuese a un alto precio. Por ello gozaban de la simpatía popular, eran admirados y secretamente envidiados.
Hoy deberíamos desarrollar otra teoría sobre los bandidos postmodernos y sus similitudes y diferencias con los de las sociedades preindustriales.
2003-11-24 07:07 | 1 Comentarios
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Comentarios
1
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De: rvr |
Fecha: 2003-11-24 08:04 |
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Imagino que te refieres al caso de Dimas Martín. El otro día, de reojo, vi una reseña del caso en El País.
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